UNA HISTORIA
Durante el siglo X el Califato de Córdoba ha dominado política y militarmente toda la Península Ibérica. Los reinos y condados cristianos del Norte sufren constantes asaltos y deben pagar parias al califa. Al morir Almanzor, primer ministro y gobernante de facto en Córdoba, el Califato no tarda en desmembrarse en numerosos reinos de taifas. En este contexto, el rey de Pamplona, Sancho III Garcés, llamado el Mayor, consigue unificar las fuerzas cristianas por primera vez. A su muerte en 1035 divide estos territorios, incluyendo Castilla, que aún es condado, y ha quedado en manos de su hijo Fernando. León, que había sido protectorado navarro, pasa a ser gobernado por Vermudo III.
Casado con la hermana de este, la infanta Sancha, Fernando es ungido rey de León en 1038, tras la muerte de su cuñado, uniendo de nuevo los destinos de León y Castilla. Ampliará las fronteras de su reino hacia el sur, conquistando ciudades como Lamego, Viseu y Coimbra, y repoblando la ciudad de Zamora. La frontera se desplaza definitivamente al sur del Duero. En su lecho de muerte, como había hecho su padre, divide sus reinos entre sus hijos: al primogénito Sancho le dará Castilla, ahora reino; al segundo, Alfonso, el de León, el más prestigioso; el tercero, García, recibe el de Galicia incluyendo lo que no mucho después será Portugal; sus dos hijas, Urraca y Elvira, reciben el patronato regio de iglesias y monasterios, lo que les otorga grandes recursos e influencia. La guerra entre los hermanos no tardará en comenzar: primero caerá García ante la alianza de Sancho y Alfonso. Después de una corta guerra, Sancho vencerá a Alfonso. Desterrado García en Sevilla y Alfonso en Toledo, Sancho se coronará rey en León. De su corto reinado se conservan menos de veinte diplomas, un posible cantar de gesta perdido y un relato en las crónicas que a la altura del siglo XIII es pura leyenda. Apenas sabemos nada de los sucesos de Zamora de 1072, aunque posiblemente muriera aquí Sancho tratando de sofocar una revuelta de nobles leoneses. La historia oficial la construirá su hermano Alfonso, el primero que utilizará el título de imperator totius Hispaniae.
UNA LEYENDA
La transmisión de la muerte de Sancho II en Zamora ha sido razonablemente trazada por los expertos en la épica y la historiografía medievales y la literatura del romancero. El relato del Cerco de Zamora posiblemente comenzó siendo una composición juglaresca mientras en la corte de León la historia oficial omitía el magnicidio y alababa la figura de la infanta Urraca, consejera de Alfonso VI hasta su muerte. Los cantos de los juglares posiblemente acabaron formando un poema épico similar al que hizo famoso al Cid. Ese perdido Cantar de Sancho II parece que se incorporó prosificado en las crónicas castellanas del siglo XIII, incidiendo en el conocido juego de traiciones, amoríos y lealtades que a finales de la Edad Media y durante los siglos siguientes se difundirían a través de los llamados romances. Estas composiciones de versos octosílabos, de rima asontante en los pares y libre en los impares, son fáciles de memorizar. Su carácter sentimental y popular contribuyeron a difundir el relato del Cerco en todo tipo de ambientes.
El relato es impactante: la ambición desmedida de un rey que no acata el testamento de su padre; una guerra injusta bajo las imponentes murallas de Zamora; caballeros que se debaten entre sus juramentos y sus afectos; una princesa enamorada y despechada; un alevoso traidor que condena a la ciudad a la vergüenza; el sacrificio de un padre y sus hijos para restituir el honor de una ciudad. Más allá de su potencia expresiva, algunos de estos temas tuvieron en los siglos siguientes una enorme significación política. Entre ellos, la consolidación del linaje y la herencia en el primogénito varón, o la justificación de la muerte de un rey, hecho excepcional cuando ocurría fuera del lecho o la batalla. Otra guerra fratricida, la de Pedro I y Enrique de Trastámara, quizá contribuiría a actualizar el significado del relato. El argumento del tiranicio, la idea de servicio al rey, el ideal caballeresco o la posición relegada de la mujer, son más propios de la baja Edad Media que de 1072, año en que la leyenda cuenta que se asesinó a un rey ante las murallas de Zamora.
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Heredó el condado de Castilla de su padre, el navarro Sancho Garcés III, y hay quien le considera el primer rey castellano. Su matrimonio con Sancha, infanta de León, no impedirá que en 1037 entre en guerra con su cuñado, Bermudo III, al que vence en la batalla de Tamarón. Muerto Bermudo, se convertirá en rey de León junto a su esposa. Expandirá sus reinos a costa de la taifa de Zaragoza, de los navarros y, sobre todo, en lo que después será Portugal. Es el repoblador de Zamora y, posiblemente, quien ordenó la reconstrucción de sus murallas; ambas misiones serán continuadas por el yerno de Alfonso VI, Raimundo de Borgoña. Fernando reorganizará políticamente el reino y reformará la iglesia, abriendo el camino a la influencia de Cluny. El reparto de su herencia es tenida como causa inmediata de la guerra civil entre sus hijos aunque buscara justo el efecto contrario.
Siendo niña había estado prometida a García Sánchez, conde de Castilla, pero este fue asesinado. Castilla caerá en manos navarras pero el proyecto matrimonial se mantendrá y se acordarán sus esponsales con el nuevo conde castellano, Fernando, quien acabará siendo su marido. Al morir su hermano, Sancha se convierte en heredera del trono leonés, quedando asociado al mismo su esposo como Fernando I en 1038. Ambos patrocinaron la construcción de la Colegiata de San Isidoro, ennobleciéndola con las reliquias del santo visigodo traídas desde Sevilla. Para embellecer este templo encargaron algunas de las mayores joyas artísticas de la Edad Media, como la arqueta de las citadas reliquias, un famoso crucifijo de marfil y el más bello manuscrito conservado de entre los llamados Beatos.
Procurará recomponer la unidad política de los reinos que gestionó su padre, quizá buscando emular el gran poder que había acumulado su abuelo, Sancho III el Mayor, rey de Pamplona, que también había dividido sus reinos entre su prole. Como ocurrió en este caso y ocurrirá tras la muerte de Fernando I, los herederos se enfrentarán en una guerra fratricida. En nuestro caso, Sancho vencerá a García con el apoyo de Alfonso, según algún relato cronístico ya contaminado de leyenda. Después Sancho irá contra Alfonso, venciéndole definitivamente en la batalla de Golpejera, previa al cerco de Zamora. Según algunos relatos, Urraca y Pedro Ansúrez intercederán por Alfonso que, en vez de ejecutado, será desterrado. Vencidos sus hermanos varones, según la leyenda, Sancho conquistará Toro y después lo intentará con Zamora, con el resultado sabido. El rey Sancho será enterrado en Oña, donde estaba el panteón de los últimos condes de Castilla y donde estaba enterrado su abuelo Sancho Garcés III de Pamplona.
Caballero castellano al servicio de Sancho II y de Alfonso VI que, en su destierro, conquistará el Reino de Valencia. Aunque es uno de los héroes más admirados en toda la Europa feudal, en el Cerco de Zamora, el Cid –del árabe sidi, “señor”- es un personaje secundario. La leyenda señala que en Zamora se crió con Arias Gonzalo, que este le armó caballero, y que mantuvo amoríos con doña Urraca. Rodrigo recibe la noticia de la resistencia de aquella, enfada a su rey por sus reticencias, y será el primero en perseguir a Vellido Dolfos. Contrariamente a lo que acostumbra en otros relatos, el Cid que encontramos en Zamora es un caballero con poco éxito y un destino trágico. Todo ello, en realidad, trata de colocarle en un escenario que no es el suyo. De hecho, la verdadera épica del Cid es fruto de las consecuencias del regicidio de Zamora: según el famoso Cantar y las crónicas posteriores, el Cid exigirá a Alfonso VI que jure no haber tenido responsabilidad en el asesinato de su hermano. Lo demás, es historia… y, sobre todo, leyenda.
Personaje legendario, es uno de los protagonistas principales del Cerco de Zamora. Fiel caballero de Sancho II, recrimina al Cid que no rete a los zamoranos. En la Edad Media, el reto -o riepto- era un acto judicial que, en la leyenda, debe sustanciarse con un combate a muerte entre caballeros. Diego Ordóñez será especialmente ofensivo con el honor de la ciudad, obligando a Arias Gonzalo a responder. Combatirá a los hijos de este, siendo desmontado o muriendo, según las versiones, a manos de Fernandarías. El Conde de Barcelos, genealogista portugués del siglo XIV, le hará descendiente de Mudarra González, hermano y vengador de los Infantes de Lara. Otro héroe legendario para cimentar el prestigio de la Casa de Lara, poderosa en los siglos XII y XIII, y de la que descenderán los señores de Molina y de Vizcaya, y emparentarán con las casas reales de Portugal y Castilla. Uno de sus primeros miembros relevantes, Pedro González de Lara, mantendrá una relación conyugal con la reina Urraca I, con quien tuvo descendencia.
También conocido como Crespo de Grañón, García de Cabra o Boca Torcida es un noble castellano que ha pasado a la historia por ser adversario del Cid, a pesar de ser compañeros en el Cerco de Zamora. En la leyenda destaca en las primeras escaramuzas contra los zamoranos y, después, asiste a la muerte de Sancho II. Históricamente fue el principal responsable de la repoblación de Logroño y la consolidación de la frontera con Navarra. Fue conde de conde de Nájera y Calahorra bajo Alfonso VI, rey que le encomendó la crianza de su único hijo varón, Sancho Alfonso, muriendo ambos, ayo e infante, contra los almorávides, en la batalla de Uclés.
Hijo segundogénito pero favorito –al decir de una crónica favorable a su figura-, herederá el reino más antiguo y prestigioso de los tres, León. Será vencido por su hermano Sancho en la batalla de Golpejera, y después desterrado a la taifa de Toledo. No parece que tuviera responsabilidad directa en el magnicidio de Zamora pero fue quien más se benefició de la muerte de su hermano Sancho. Tras el asesinato de este, volverá a Castilla, haciéndose con el poder de Castilla, León, Galicia y Portugal, y conquistando más tarde Toledo, todo un hito político para la época. Contendrá la invasión almorávide con más habilidad diplomática que éxito militar. Apostará por la reforma cluniaciense y mantendrá buenas relaciones con el papado. Promoverá la repoblación de sus reinos con contingentes diversos, incluidos transpirenaicos. De sus muchas esposas tendrá descendencia femenina que le permitirá establecer relaciones diplomáticas con Aquitania, Borgoña, Tolosa, Toscana y Sicilia. Una de sus concubinas, Zaida, hija del rey de Sevilla, le dará un varón, Sancho Alfonso. La muerte de este en la batalla de Uclés y la casi inmediata del rey de Alfonso, harán que Urraca, mujer poderosa como su tía, se convierta en reina de León y de Castilla siendo viuda de su primer esposo, Raimundo de Borgoña.
Junto a la infanta Urraca, fue el principal apoyo y consejero de Alfonso antes y después de convertirse en rey. Alguna crónica le considera promotor, junto a Urraca, de la rebelión contra Sancho II. A pesar de que una conocida leyenda le hace tío de los infantes de Carrión, los ultrajadores de las hijas del Cid, Pedro Ansúrez mantuvo una excelente relación con este. Fue fiador de la carta de arras que signaron Rodrigo Díaz de Vivar y doña Jimena, y casó a una de sus hijas con Alvar Fáñez Minaya, primo y compañero del Cid. Como hombre de confianza de Alfonso VI, gobernó en su nombre ciudades como Toro, Zamora y, sobre todo, Valladolid, y protagonizó importante embajadas ante las cortes de Navarra y de Córdoba. Al final de su vida será protector de sus nietos, los herederos del condado de Urgel, y mantendrá una gran influencia en la corte leonesa. Durante el convulso reinado de Urraca I, mantendrá su fidelidad a la hija de su amigo y protector Alfonso VI.
El pequeño de los hermanos será criado con Cresconio, obispo de Santiago, y con él peregrinará a Lieja. En la herencia le será entregado el reino de Galicia, junto a las parias de las taifas de Badajoz y Sevilla. Estos dominios y rentas le serán arrebatados por Sancho II incluyendo el condado portucalense y la rica ciudad de Coimbra. Sancho fue el responsable de su encarcelamiento en Burgos y posterior destierro a Sevilla. Antes de eso, según una versión cronística, García había usurpado la mitad de los bienes de Urraca, hecho incierto que quizá busque justificar en las crónicas su posterior y permanente prisión. Y es que tras la muerte de Sancho, García será apresado por Alfonso, muriendo en 1090 en el castillo de Luna, al norte de León. Según alguna noticia, a su sepelio, celebrado con todo boato en San Isidoro, acudirán sus hermanas Elvira y Urraca.
Su rol como instigadora del asesinado de Sancho II es fruto de algunas crónicas tardías, aunque también la consideran “muy sesuda dueña y de muy buen entendimiento”. Otras categorizan a doña Urraca como “niña nobilísima en belleza y costumbres”. Fuera de los relatos legendarios, no hay constancia de que fuera instigadora de la muerte de Sancho. Tampoco hay constancia de que heredara el señorío de Zamora, pero sí parece que fue detentadora, con su hermana Elvira, de los patronatos regios sobre iglesias y monasterios del reino de León. Protectora y consejera de su hermano menor, Alfonso, algunos historiadores musulmanes y cristianos señalaron una relación incestuosa entre ambos. La leyenda también le atribuye amoríos con el Cid pero posiblemente se mantuvo célibe toda su vida, actuando como patrocinadora de obras pías. Se cree que donó el ahora famoso cáliz leonés que lleva su nombre. Fue enterrada junto a sus padres y algunos de sus hermanos en el Panteón de los Reyes de la Colegiata de San Isidoro, como correspondía a una infanta de León.
Según algunos relatos fue ayo de doña Urraca y albacea de Fernando I. La leyenda le sitúa en la iglesia de Santiago, en Zamora, el día que fue armado caballero el Cid. Hasta tal punto se relaciona a estos personajes que uno de los edificios civiles más antiguos de la ciudad, se atribuye a ambos. Arias Gonzalo, fiel consejero de doña Urraca, es un personaje trágico, puramente literario en lo que se conserva. Partidario de entregar la ciudad, se amolda a las decisiones de su reina y asume las consecuencias. Por su honor y el de Zamora entregará a tres de sus hijos a la muerte. Históricamente, el personaje tuvo su relevancia y tanto él como sus hijos fueron enterrados en San Martín de los Caballeros. A finales de la Edad Media su sepulcro se había dañado y cuenta una leyenda tardía que en su tumba se instaló un panal de abejas, animal identificado en esta época con la santidad. Sus restos serían trasladados al claustro de la Catedral y en el siglo XVI, tras un incendio, al interior del templo. Allí, en 2010, se descubrió una tumba con restos muy antiguos que algunos han identificado con los de Arias Gonzalo.
Jóvenes hijos de Arias Gonzalo, en el Romancero son identificados como descendientes de Laín Calvo, uno de los Jueces de Castilla, representación idealizada de la autonomía de la nobleza frente a la monarquía. En la leyenda, como su padre no puede combatir a petición de doña Urraca, deben responder por él y por Zamora al desafío o riepto de los castellanos. Los tres primeros caerán en duelo armado contra Diego Ordóñez de Lara, caballero más experimentado, pero Fernán (también conocido como Fernandarias, aunque otros autores lo llaman Rodrigo) conseguirá abatir mortalmente a su contrario en la batalla campal. El sacrificio de los hijos de Arias Gonzalo permite restituir el honor de la ciudad, que queda libre de sospecha del crimen perpetrado por Vellido Dolfos. El linaje de los Dávila, poderosos en Ávila y Segovia a finales de la Edad Media, se hará descender de esta estirpe legendaria a través de Gonzalo, el único hijo superviente de Arias Gonzalo.
Arquetipo de traidor, es uno de los personajes más conocidos de la literatura medieval al protagonizar el magnicidio. Zamorano y anónimo en los textos más antiguos, con el tiempo el personaje irá tomando forma mucho más definida. Con el tiempo su origen se situará fuera de la ciudad como caballero castellano, leonés, galllego, portugués e, incluso, vallisoletano de Tordehumos. Según alguna versión, huye de la ciudad tras la felonía; en alguna crónica tardía, será condenado por Urraca a prisión, donde morirá. Deshecha así cualquier duda de la inocencia de los zamoranos en la muerte de Sancho II, Vellido Dolfos cargará con las culpas al tiempo que se acaba vertiendo sobre doña Urraca la autoría intelectual del crimen. Aunque se tiene por personaje legendario, aparece un Vellit Adulfiz en la documentación del monasterio de Sahagún. El Diccionario de la Real Academia de la Historia le otorga absoluta historicidad haciéndole progenitor de Pelayo Vellítiz, mayordomo de Alfonso VI y su tenente en Zamora y Coria.
En los relatos más antiguos conservados se alude genéricamente a los zamoranos, pero a finales del siglo XIII, cuando la institución concejil ya está madura, aparece expresamente la referencia al concejo, esto es, la asamblea de ciudadanos. Según los relatos pseudohistóricos de la baja Edad Media, la asamblea oscila entre entregar la plaza a Sancho, opinión respaldada por Arias Gonzalo, o resistir, punto donde el ardid de Vellido Dolfos se desvela parcialmente. La traición está servida, aunque se exonere a los zamoranos de la misma. A la altura de los siglos XIII y XIV no hubiera sido políticamente correcto acusar de traición a una ciudad grande y poderosa, con voto en cortes, como era Zamora. Para evitar la sombra de acusación, se fomentará la sospecha de la participación de Urraca en el regicidio. A principios del siglo XVI, en paralelo al mito del Cerco de Zamora, se afirmarán otras leyendas cultas que identifican a Zamora con la heroica Numancia.
Fue educada, como todos sus hermanos, en las artes liberales, los famosos trivium y quadrivium, precedentes del currículo universitario desarrollado a partir del siglo XIII. La leyenda le atribuye el señorío sobre la ciudad de Toro, pero esto es obra de juglares e historiadores muy posteriores. Compartió con Urraca el patronato de iglesias y monasterios, con importantes donaciones a los obispados de Santiago, Lugo, Orense, León y, después, Burgos. Tendrán una directa influencia sobre los monasterios de Celanova, Eslonza y Oña, y serán patrocinadoras de la Colegiata de San Isidoro de León, donde recibirán solemnemente junto a sus padres y hermanos las reliquias de San Isidoro. Por su testamento, otorgado en su villa de Tábara en noviembre de 1099, sabemos que le fue encomendada por Alfonso VI la crianza de su sobrina-nieta Sancha, hija de Urraca y de Raimundo de Borgoña.